DISCURSO ICONOGRÁFICO, ICONOLÓGICO Y TÉCNICO DE LA GLORIA Y LAS CARTELAS DEL TECHO DE PALIO DE NUESTRA SEÑORA DE LA AURORA.
Toda representación plástica
dentro del arte sacro está altamente fundamentada en relaciones simbólicas e
iconográficas. Todo elemento que aparece suele tener una fuerte significación iconológica.
Los símbolos artísticos son muy fuertes y están muy presentes en el arte
religioso, de ahí que siempre es conveniente realizar un buen planteamiento no
sólo de composición espacial, sino también de significado.
Presentamos a continuación la
relación y significación iconográfica e iconológica de las escenas que
compondrán una parte del nuevo techo de palio de Nuestra Señora de la Aurora,
Titular mariana de la Ilustre y Lasaliana Hermandad Sacramental y Cofradía de
Nazarenos de la Santa Cruz, Sagrada Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo,
Nuestra Señora de la Aurora, María Santísima del Amor, San Juan Bautista de la
Salle y Santa Marina, de la ciudad de Sevilla.
Las premisas iniciales para la
concepción y diseño de la gloria y las cartelas que acompañarían a los nuevos
bordados, fue centrarlos en la figura de la Virgen María. La congregación
lasaliana, en la que se funda la hermandad a mitad del siglo XX (en 1972 como
Hermandad de Gloria, y ya en 1981 como Hermandad Sacramental y Cofradía de
Nazarenos) tiene un fuerte arraigo mariano, y de hecho la sede hispalense tiene
como titular de su colegio la Purísima Concepción. La propia efigie que está
entronizada en la capilla del colegio, obra del valenciano Pío Mollar alrededor
de 1920-1930, fue la escogida para centrar la composición en una representación
realizada con bordados de sedas de colores y oro en la gloria del palio. Los
fuertes vínculos que unen la Hermandad con su origen lasaliano y las continuas
relaciones entre ambas instituciones promovieron, pues, que la elección del
tema mariano tuviera una doble finalidad: recordar a perpetuidad el origen de
la corporación y centrar en la figura de la Santísima Virgen, especialmente en
su Inmaculada Concepción, Pureza y Virginidad, la alabanza y honra del
simbolismo e iconografía del paso de palio.
Purísima Concepción, obra de Pío Mollar. Capilla del Colegio La Salle - La Purísima.
Sevilla Fotografías de David Alfonso González.
Para ello, y completando la
concepción del palio obra del insigne escultor, imaginero y diseñador D.
Antonio J. Dubé de Luque, me fue encargada la labor de realizar los diseños de
las escenas que irían a bordarse en sedas de colores. Diseños antiguamente
conocidos como “cartones” que eran usados como modelos en la creación de
tapices y bordados. La labor de bordado en oro se realizará en el taller de D. José Ramón Paleteiro Bellerín.
Diseño del techo de palio, obra de Antonio Dubé.
Siguiendo las premisas y deseos
de la Hermandad, se planteó una composición centrada en la figura de la
Purísima Concepción de la Virgen, que estaría inspirada en la obra de Pío
Mollar, rodeada de cuatro cartelas con ángeles tenantes que, llevando consigo
unas filacterias, cantarían el “Ave, Luz mañanera” como alabanza a María. Debía
primar, pues, la legibilidad de dichas letras en la distancia, teniendo en
cuenta la altura que alcanza el techo del palio montado en el paso para su
Estación de Penitencia. Para estas escenas laterales, se
optó por añadir un símbolo parlante que refiriese a la estrofa concreta a la
que iría acompañando.
El primero de ellos, al igual que lo harán el resto,
presenta las letras en capitales “AVE LUZ MAÑANERA”. Al ángel con la cinta lo
acompaña una estrella de ocho puntas, rodeada de un brillante fulgor. María es
la Stella matutina, la Estrella de la
mañana de las letanías lauretanas. Éste lucero del alba, que aparece con la
aurora, representa la primera luz diurna. El fin de la noche y la oscuridad. El
inicio de un nuevo ciclo. La luz más brillante del firmamento después de Dios.
Ella precedió al Sol Divino y, en su vientre, le preparó la morada para después
ser su más fiel seguidora. De la misma forma que María anunció con su propio
nacimiento, y el de Su Hijo a posteriori, el fin de las tinieblas y el comienzo
de una nueva era de esperanza, el creyente alza sus ojos en la oscuridad en
busca de esa luz, ese destello, que simboliza María como Abogada, Madre,
Amparadora y Protectora de sus hijos. Especialmente en momentos de flaqueza.
La
relación de María Madre con una estrella luminosa proviene del planeta Venus,
relación mucho anterior al cristianismo, en los que Venus es significado de
maternidad y feminidad. El cristianismo lo adopta como símbolo virginal alusivo
a María, uniéndolo a ejemplos de reconocida devoción universal como la Virgen
de Guadalupe, La Virgen del Perpetuo Socorro o la Virgen de Fátima de forma más
contemporánea. Como curiosidad, la estrella de ocho puntas aparece en el escudo
heráldico del actual Papa Francisco.
La estrella tiene a su vez una
amplia significación lasaliana, puesto que en 1751 el sello del Instituto de
los Hermanos Cristianos incorporó una estrella plateada con la leyenda Signum Fidei (Signo de Fe) como
referencia a la virtud teologal como principal basamento y cimiento de la vida
apostólica de la Corporación. En 1955, la Virgen bajo la advocación de Estrella
fue proclamada principal Patrona, Reina y Madre Universal de las Escuelas
Cristianas.
En la segunda de las cartelas
aparece el texto “PUERTA SANTA DEL CIELO”, haciendo una doble referencia
simbólica a la figura de la María. Ella es invocada como tal porque a través de
Ella fue como Jesús llegó a encarnarse para hacerse presente en la tierra. Su
sublime “hágase en Mí según Tu palabra” la designó ya como Puerta del Cielo, pues
se convierte al instante en el portal que nos trajo al Hijo de Dios. El
concepto de la Divinidad y Humanidad de Cristo es intrínseco a ser Hijo de
María, una mortal que encarnó por divino designio al Hijo de Dios. Al mismo
tiempo, y a la inversa, María como Abogada y Mediadora es invocada como
intercesora entre Dios y la humanidad. A Ella acudimos para entrar en comunión
con el Salvador y con Dios Padre.
Simbólicamente, esta letanía se
ha representado de la forma más literal. Una puerta, un portal abierto que
comunica con el Cielo, con el Edén. Para esta cartela, el ángel nos contempla y
aparece señalando una puerta que, abierta de par en par, muestra una visión
cálida y dorada del Paraíso. Del Reino Eterno de Dios al que todos estamos
destinados a ir si nuestra Fe es sólida. Su actitud es de guiarnos hacia la
puerta, de invitarnos a entrar en contacto con María Santísima y, por ende, con
Dios. La propia puerta, como pequeña licencia, es una interpretación de la
puerta principal del templo de Santa Marina y San Juan Bautista de la Salle,
sede canónica de la Hermandad. Escoger dicha puerta no ha sido sólo por la
familiaridad que nos transmite el reconocerla, sinó también por su significado
literal. Cruzarla nos hace encontrarnos con Cristo Vivo, Cristo Resucitado,
entronizado en el altar mayor y Su Madre Amorosa, la Virgen María, Nuestra
Señora de la Aurora, Titulares de esta Hermandad Lasaliana.
La tercera de las cartelas
corresponde al verso “TÚ ERES DE DIOS LA AURORA”. María Inmaculada es la
bellísima aurora que anuncia el día. El puro y limpio amanecer que hace renacer
cada nueva jornada. La luz que ahuyenta a las tinieblas de la noche. El nuevo
día, el alba, la aurora del amanecer, todavía más hermoso, anuncia que el Sol
Divino, Jesús, viene a iluminar al mundo, disipando la ignorancia, el temor, el
error, el pecado, y trayendo el perdón, la redención, la paz, unidad y el amor.
Ha de encender los corazones de los hombres con el sobrenatural calor que de Él
emana. Este simbolismo cobra especial fuerza y significación en la Resurrección
de Jesús, pues vuelve al calor y la luz de la Vida, tras vencer a la Muerte,
trayendo más vida con Él.
Queda representado este pasaje
con un ángel que, sosteniendo a su vez la cinta, se dispone a coronar con
luminosas estrellas el anagrama del Ave María. Bajo éste, un nuevo sol naciente
desprende sus rayos envolviendo el emblema mariano, anunciando que con Ella
viene también la nueva Luz del Mundo.
La cuarta y última cartela
presenta el texto “OH, VIRGEN MADRE DEL VERBO”. Esta referencia habla dualmente
de la Inmaculada Concepción de María y de la Purísima Encarnación del Hijo de
Dios en Su seno. María, por deseo divino, fue concebida en el seno de Su madre,
Santa Ana, sin mancha, sin mácula, del Pecado Original. El pecado de la
desobediencia de Adán y Eva a Dios, por el que fue desterrada la humanidad del
Paraíso. Ella fue redimida en designio de Dios en previsión de la venida de
Jesús. María es la nueva Eva, la redentora de pecadores que trae consigo el
Nuevo Milagro, el Nuevo Sol que eliminará los pecados del mundo. Como
incorrupta que fue, al morir su cuerpo no pasó por la degradación del sepulcro,
puesto que ascendió a los cielos en cuerpo y alma. La Virgen quedó declarada en
649, en el Concilio de Letrán, como “real y verdaderamente Madre de Dios y
siempre Virgen”. La Pura y Limpia que concibió al que es Hijo y Dios único y
verdadero sin semilla humana. Nacido sin la corrupción de Su intacta
virginidad. Es el Vaso Honorable e Insigne de Devoción que llevó en el fruto de
su vientre al Salvador.
La representación es, de nuevo,
literal. Un vaso. En este caso, una rica y ornada jarra de plata de la que nace
un ramo de blancas y puras azucenas. La jarra refiere el vientre materno donde
es concebido Jesús, y las azucenas son símbolo de la más limpia pureza. Ésta
flor, de nacarada y brillante blancura, es símbolo de lo no-pecaminoso, puesto
que al mínimo movimiento, su blanco inmaculado se puede ver teñido del amarillo
de los pistilos. Pistilos que sirven para la reproducción de las flores,
conteniendo el polen fecundador. Símil de la fecundación con la semilla humana,
fruto de la sexualidad entre hombre y mujer, de la que María fue preservada.
Desde la antigüedad viene usándose como símbolo recurrente en las
representaciones de la Anunciación a la Virgen, en la que Jesús es Concebido y
Encarnado en el vientre de Su Madre.
Pasando a la parte central, la
gloria, aparece una representación de la Inmaculada Concepción. Inspirada en la
Inmaculada lasaliana de Pío Mollar, la Virgen viene sobre el orbe, con la media
luna a sus pies, acompañada de seis ángeles, y coronada de doce estrellas.
La Pureza de María es un Dogma y
Artículo fundamental en la Fe Cristiana. Su Virginidad es única, perfecta y
sublime que se añade a su naturaleza de concebida puramente para eterna
perpetuidad y consagración. A María se la venera como libre y perfectamente
exenta de toda mancha, de toda sombra de culpa, defecto y pecado. Integridad
vital que sólo ella tiene, nadie más se le asemeja. La Iglesia la llama Virgen
de las Vírgenes por excelencia, porque fue la más pura e incomparable de todas.
La tradicional representación del
Dogma de la Inmaculada Concepción de María, puesto que no es una escena
cotidiana o de fácil imitación y reconocimiento, ha venido siempre ligada a la
visión de la Virgen María, tal como se narra en el Apocalipsis (capítulo 12,
versículos 1-17) que a continuación transcribimos:
“Y una gran señal apareció en el
cielo. Una mujer vestida de sol, con la luna a sus pies, y sobre su cabeza una corona
de doce estrellas.”
La Llena de Gracia viene, pues,
revestida de sol, de luz brillante que emana de la divinidad que la ha
concebido sin mácula alguna. Luz que aleja tinieblas y pecados, que huyen
repetidas veces simbolizados en la forma de un dragón o serpiente, cuando no es
pisado por la Señora. La representación que nos centra, tomando de referencia
la Imagen del colegio lasaliano, simplifica ligeramente en policromías la
original talla, a la vez que la enriquece en algunos paños y pliegues para
adaptarla al entorno en el que se presenta en el palio. María Inmaculada
aparece entre nubes que, creando una perspectiva cónica en la que el cielo se
abre en un rompimiento de gloria. A sus pies, el orbe simboliza el globo
terráqueo. La dualidad de cielo y tierra se muestran puesto que la Santísima
Virgen, al ser asunta al cielo, fue coronada como Madre y Reina de los cielos y
la tierra, de todo lo creado. A sus pies, la media luna la acompaña. La luna
siempre aparece en forma creciente, nunca llena (como en el momento de la
Crucifixión). Evoca la castidad de Diana y el futuro crecimiento de Jesús en el
vientre virginal de María. La luna es el astro femenino. El de mayor luz en el
firmamento, pero que no brilla por luz propia, sinó con la que recibe y refleja
del sol. Así pues, iconográficamente, María (la luna) brilla de forma
sobrenatural y divina a través de la Luz y la Gracia que ha recibido de Su Hijo
(el sol) y, a la vez, del Padre.
Tras Ella, el cielo se ha
convertido en un aura dorada y brillante ante la presencia de la divinidad. De
sobrenaturalidad. Desde la antigüedad, el oro se ha venido utilizando para
adornar y acompañar las representaciones o significaciones de Dios o todo lo
divino, todo lo que trasciende la mera humanidad y mortalidad. Éste metal era
el más preciado y costoso, tanto en gasto como en manufactura, de trabajar, de
ahí que quedase reservado a usos muy puntuales. Lo escaso es sinónimo de lujo,
de poder.
Inmaculadas de V. López y Juan de Juanes.
La Virgen aparece vestida de los
clásicos colores inmaculistas, propios también de la Hermandad de la Sagrada
Resurrección. Túnica blanca, símbolo de pureza, y el manto azul de realeza.
Azul celestial. Azul ultramar que era uno de los pigmentos más preciados,
reservado casi exclusivamente para la representación de la Virgen en pintura y
escultura en las artes plásticas. El blanco está presente también en las
túnicas blancas que los hermanos visten en sus hábitos nazarenos, acompañando a
sus Titulares en el Domingo de Pascua por la capital hispalense. Túnicas
blancas que anuncian la llegada de la Blancura, de la Luz, de la Vida, del Alfa
y Omega. De Jesús Resucitado. Azul es también el manto liso que viste en su
salida la Virgen de la Aurora. El nombre del propio tinte del manto lo
significa perfectamente: azul real.
María aparece coronada por un
halo brillante que la envuelve y por doce estrellas. El número doce tiene alta
simbologia. Representa las doce tribus de Israel. La Biblia dice que Abraham
engendró a Isaac, que fue padre de Jacob, quien tuvo diez hijos. Más los hijos
de José, el soñador, forman los doce hombres que recibieron el patriarcado para
formar las doce Tribus de Israel entre las que Josué repartió la Tierra
Prometida, Canaán, tras el regreso de su pueblo de Egipto. Al mismo tiempo,
doce son los apóstoles que siguieron a Jesús. Sobre ellos empezó la Nueva
Evangelización tras el renacer de la Pascua. De ellos proviene la Iglesia de
Cristo en la que todos los devotos están hermanados. Aquí, pues, en las doce
estrellas, nos representamos también todos los fieles y hermanos de esta
Hermandad Y Cofradía de Nazarenos, pasados, presentes y futuros, acompañando y
arropando a la Virgen María. Las estrellas se conciben como brillantes y
refulgentes puntos de luz blancos que circundan la cabeza de María y van
acompañados de destellos dorados. Se ha prescindido de la aureola de orfebrería
que luce la Imagen de la Purísima lasaliana.
En la nube sobre la que reposa la
Madre de Dios aparecen seis ángeles, dos de ellos llevando consigo símbolos
relativos a la Virgen. Las tres cabezas de querubines que aparecen entre las
nubes se han tomado de la talla original de Pío Mollar, cambiando ligeramente
su posición y aspecto. El resto, de obras de Bartolomé Esteban Murillo, José de
Ribera y François Boucher. Uno de ellos lleva una palma dorada y una rama de
olivo. La palma es un fuerte símbolo dentro de la vida de Jesús y del
cristianismo. Esta vez no se asocia con el martirio, como en representaciones
de santos y santas. La palma en presencia de María adopta el significado
victorioso, sabio y triunfante. Aparece citada en el Eclesiástico 24,14, junto
con otras variedades de árboles, como elogio de la Sabiduría: "Crecí como
cedro en el Líbano y como ciprés en las montañas del Hermón. Crecí como palmera
en Engad, como magnífico olivo en la llanura…". La liturgia aplica este
pasaje a la Virgen María y así encontramos la palmera en el repertorio
iconográfico en torno a la Inmaculada. Según evangelios apócrifos, momentos antes de
morir, a María los ángeles se le presentaron y le entregaron una palma traída
del Paraíso. Ella, instantes antes de morir, se la entrega al Discípulo Amado y
pide a él y el resto de los apóstoles que custodien Su muerte. La presencia en
este caso de la palma cumple una doble función o finalidad, pues alude
discretamente a Santa Marina, Virgen y Mártir. A la Titular de la Hermandad y
de la sede canónica de la misma se la representa con la palma en sus manos,
símbolo ahora sí del martirio que sufrió defendiendo su fe.
Del mismo modo, y aludiendo al
texto anteriormente citado, la rama de olivo es propia también de la
representación de la Virgen María y su Inmaculada Concepción. La letanía reza
“Huerto Cerrado”. Cerrado en cuanto que no fue nunca profanado, y
relacionándose con el Huerto de Getsemaní, lleno de olivos, aparece esta
simbología. Por otra parte, el olivo recuerda la pequeña rama que trajo consigo
la paloma enviada por Noé después del diluvio, presagio de una nueva era, de un
futuro de paz y reconciliación con Dios. María es invocada como Reina de la
Paz.
El último de los ángeles lleva
una rosa blanca en sus manos, mientras dirige la mirada hacia la Madre. La
relación de la rosa con la Virgen proviene de tiempos medievales, aunque ya con
anterioridad se alude en las Escrituras a esta flor para explicar conceptos relacionados
con la espiritualidad. La rosa está considerada la más extraordinaria de las
flores en cuanto a su organización de los pétalos, de forma circula (una forma
perfecta) y su embriagador perfume. Así, en el Eclesiástico antes citado, encontramos:
“Crecí cual brote de rosa en Jericó...” la Iglesia aplica estas palabras a
María. San Buenaventura, en su obra La vid mística, presenta la rosa
como figura de la caridad. La rosa suele llamarse “la reina de las flores”, y
es símbolo de la caridad porque ésta es la reina de las virtudes. En la Letanía
Lauretana se invoca a la Virgen como "Rosa Mística". La rosa es
también un símbolo de maternidad. El capullo, al abrirse “da a luz” el aspecto
completo de la rosa que brota de sí misma. Todas estas significaciones relacionan
esta flor con la Madre de Dios.
El colorido general de las
escenas, tanto en la gloria como las cartelas, se ha escogido dentro de una
tonalidad general suave, a la vez que luminosa. Esto se debe a que el diseño y
la concepción del techo y las bambalinas del palio son en bordado a realce
sobre malla de oro. Contamos, pues, en que vamos a recibir la luz en el
interior del palio, desde el exterior, creando una visión a contraluz. Hubiese
sido, pues, contraproducente el uso de colores oscuros y apagados, y que
hubiesen dificultado la visión del conjunto. Los colores más brillantes y vivos
ayudan al ojo humano a discernir, en la oscuridad o la sombra, las formas y
representaciones con una mayor facilidad.
Para ello, como se dice que
siempre es bueno revisar y aprender de los grandes maestros, a las anteriores
obras de Murillo, Ribera y Boucher, característicos por sus luces y sus
vibrantes cromatismos; se han observado también obras de Juan de Juanes,
Giovanni Battista Tiépolo, Antonio Palomino, Francisco de Solís, Francisco de
Zurbarán, Antonio Cortina, Vicente López Portaña o Mariano Salvador Maella. Buscando en todos
ellos semejarse al ambiente luminoso, dulce y poderoso a la vez, brillante, que
se respira en las auras de sus representaciones de la Inmaculada Concepción. El tratamiento de los planos debía ser meticuloso, evitando los difuminados, pues se trata de una representación interpretada desde el punto de vista de un bordado en sedas de colores. Con la delimitación de los planos de color, se facilita la posterior interpretación de las sedas y la correcta lectura de la imagen final.
En cuanto a la parte material, los
diseños se han realizado a tamaño natural sobre papel Rosaspina Fabriano de 220
gramos compuesto en un 60% de algodón. El cromatismo se ha trabajado con tinta
y lápices de colores.
Con información extraída de:
Hermandad de la Sagrada Resurrección. http://hermandaddelaresurreccion.com/
Iconografía de la Inmaculada Concepción. http://queaprendemoshoy.com/iconografia-inmaculada-concepcion/
La Inmaculada Concepción en la Pintura. http://elmiradorespagnol.free.fr/inmaculada/
Las Letanías de la Virgen. La Santa Sede. http://vatican.va
María, Estrella de la Mañana. http://www.ciudadredonda.org/articulo/maria-estrella-de-la-maana
Meditaciones sobre las Letanías de la Santísima Virgen. http://www.mercaba.org/FICHAS/Devociones/letanias_lauretanas.htm
Especial mención y agradecimiento al Promotor Sacramental de la Hermandad de la Sagrada Resurrección, Manuel Francisco Ruiz Piqueras, por su labor y conocimiento al haber sentado las bases de todo el discurso inconológico de la gloria y las cartelas del techo del palio.
Especial mención y agradecimiento al Promotor Sacramental de la Hermandad de la Sagrada Resurrección, Manuel Francisco Ruiz Piqueras, por su labor y conocimiento al haber sentado las bases de todo el discurso inconológico de la gloria y las cartelas del techo del palio.
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