Nos encontramos ante una iconografía
particular y poco conocida de dos santos venerados por la Orden del Carmen como
unos de los primeros fundadores y eremitas que se retiraron a la vida
contemplativa. Elesbaan (c.530 d.C.) fue un rey de Aksum, o Axum, situado entre
las actuales Eritrea y Etiopia. Siendo rey, combatió a los judíos e intentó
vengar los martirios a los primeros cristianos. Al abdicar, entregó su corona a
la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén y se retiró como ermitaño.
Efigenia era hija del rey etíope Egipo y la
reina Eufenisa en los inicios del siglo I d.C. Fue el propio San Mateo, el
apóstol, quien introdujo el cristianismo en la zona, siendo el rey partidario
de ello aunque, manteniéndose neutral, prefirió seguir con su religión pero
permitir que se predicase el cristianismo. Efigenia, en cambio, abrazó la fe,
dedicándose a la vida religiosa.
Las tallas de ambos santos tenían un estado
de conservación muy deficiente. Fechables en torno al siglo XVIII, habían sido expuestas a altos valores de
humedad que había abierto las fendas de la madera en muchas zonas. Presentaban
numerosos faltantes de soporte, tales como gran parte de los dedos en las
manos, así como partes de la corona que porta el rey que es derrotado por el
santo. Habían también perdido sus atributos iconográficos. Seguramente la santa
llevase una corona a los pies, dispuesta en la peana, que no ha llegado a
nuestros días.
Una densa capa de suciedad superficial
acumulada y depositada sobre las piezas cubría la policromía y creaba focos de
anidación de insectos y acumulación de humedad. Se observaban zonas craqueladas
y con levantamientos de policromía con riesgo de desprendimiento. Un denso
repinte cubría ambas capas del hábito carmelita que visten, tanto por la parte
exterior como el interior.
El planteamiento del proceso de intervención
fue intentar estabilizar la estabilidad estructural de las tallas y recuperar,
en la medida de lo posible, su visión original completa. Para ello, se realizó
una limpieza mecánica que retirase todo el polvo acumulado sobre las piezas.
Posteriormente, se consolidaron y devolvieron al sitio las zonas
descohesionadas realizando inyecciones y humectaciones de resina acrílica en
dispersión acuosa. Afianzadas las partes con riesgo de pérdida, se procedió a
la limpieza físico-química de la policromía. Se actuó en dos fases. Una primera
general que retirase los depósitos más adheridos sobre la policromía se realizó
mediante el uso de un tensioactivo de pH neutro disuelto en agua desionizada, a
baja proporción, que retirase la suciedad adherida. Y una segunda, más centrada
en las capas, que retirase el denso repinte de pintura esmaltada que habían
recibido. Para ello, se retiró gradualmente a punta de bisturí el grueso del
repinte y, para terminar de rebajarlo, se utilizó una mezcla a partes iguales
de acetona y etanol.
Limpias las tallas, se realizó un primer
barnizado intermedio de protección para preservar el estrato original. Tras
éste, se recuperan los faltantes y volúmenes perdidos mediante resina epóxídica
bi-componente para madera, con la que se moldearon y tallaron dedos, piezas de
la corona, pliegues de ropajes y lagunas que faltaban. Se cerraron las grietas
y fendas de la madera inyectando, primero, resina acrílica mediante jeringuilla
y cerrando la grieta con la misma resina epoxídica.
Se prosiguió con el estucado, utilizando una
preparación sintética de sulfato de cal dispersa en agua que, aplicada a pincel
sobre los faltantes repuestos, preparó el estrato para la reintegración. Tras
la nivelación de las lagunas estucadas, se procedió a reintegrar cromáticamente
los faltantes con colores al agua y, posteriormente, colores al barniz. Se
terminó con un barnizado de protección satinado aplicado en spray.
Se realizaron y repusieron los elementos
iconográficos perdidos. Las tallas tienen una gran semejanza con las que se
conservan en la catedral de Tui, en Galicia, y de ellas hemos estudiado los
elementos iconográficos a completar. En el caso de San Elesbaan, la cruz alzada
realizada en madera de haya rematada en punta de flecha y el gallardete con el
león rampante, de simbolismo real, enarbolando la cruz cristiana. Se pintó
sobre un tafetán de algodón y se aplicó la tela encolada. Para Santa Efigenia,
la cruz alzada de madera de haya y la casa palaciega en llamas, realizada en
poliestireno extruído y masilla acrílica de maquetación, policromada a
posteriori.
Con todo el proceso de ha devuelto y
completado la visión completa de las tallas que, con el paso del tiempo,
habían alterado su fisonomía y perdido su significado al no conservar elementos
de su iconografía. Se ha intentado respetar al máximo el estilo y estado original
de las esculturas, actuando sobre los faltantes, para que conserven el su
materialidad la pátina y el desgaste otorgados por el tiempo y las alteraciones
sufridas, aunque mejorando el aspecto global e íntegro de las piezas.
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