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Talla de San José con Niño Jesús. Siglo XVII.

 





Esta pequeña talla, de 45 centímetros de altura, representa al Patriarca San José con el Niño Jesús de la mano. Realizado en madera, estofado y policromado, puede fecharse alrededor del siglo XVII y atribuirse al entorno de Alonso de Mena, repolicromado en parte en el siglo XVIII y con añadidura de ojos de cristal en la efigie de San José. 

En la primera mitad del seiscientos prevalece la representación iconográfica del Santo itinerante, con la vara florida y llevando al Niño de la mano. La atribución y el estudio iconográfico se han realizado gracias a la labor de Fray Juan Dobado Fernández, doctor en Historia del Arte.





Desde los comienzos del arte cristiano, éste se ha ocupado de la figura de San José, por gozar de gran devoción al haber sido el padre terreno de Jesús. Las primeras representaciones, de época paleocristiana, lo representan como un hombre anciano, y normalmente aparece en escenas navideñas como la adoración o la natividad.

Será a partir del Barroco, y gracias sobre todo a la Orden Carmelita, cuando el Santo cobre un especial protagonismo, al tomarlo como protector de su reforma y difundir la devoción del Santo como padre de Jesús en la tierra y también padre eterno. No en vano es un santo al que le profesa especial devoción, y a quien se ampara, la Santa Madre Teresa de Jesús. De él dirá que “Es cosa tan grande las maravillosas mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; de este santo tengo experiencia que socorre en todas las necesidades [...]’’ (Información extraída de https://librerias.paulinas.es/pastoral/san-jose-iconografia-arte-cristiano/).

La iconografía con la que se representa es casi siempre con el niño en brazos, y en algunas ocasiones lo lleva cogido de la mano; en la otra mano, lleva un bastón con una vara de azucenas, en alusión a la narración del Profeta Isaías (“Pero brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago” Is 11, 1) y también al Protoevangelio de Santiago en el que se narra cómo, reunidos los viudos del pueblo, cada uno con su vara, aquella sobre la que el Señor mostrase un signo sería el elegido para desposar a María (... “José tomó la última vara.

“Y he aquí que una paloma salió de la vara y se posó sobre la cabeza de José” ( Prot. 8, 3-9, 1). Frente a las primitivas representaciones el Barroco lo representará como un varón adulto, en los años de plena posesión de sus fuerzas físicas e intelectuales. También por el ideal de la belleza que aporta un hombre más joven y varonil que, quizá, uno entrado en una edad más anciana.

 

Estado de conservación y proceso de intervención.


En general el estado de conservación era bastante deficiente. La pieza presentaba distintas faltas tanto matéricas como de estratos polícromos.

A nivel de soporte, observábamos como principal alteración los numerosos faltantes en las manos de ambas tallas. La izquierda de San José no conservaba prácticamente ninguna falange, y al Niño le faltaba al completo la mano derecha y todos los dedos de la izquierda. También había perdido parte del pie derecho.





Por otra parte, y en contraposición, el soporte se encontraba bastante estable a nivel estructural. No presentaba ataque de insectos xilófagos ni otra alteración salvo los propios faltantes y, en la parte posterior, una grieta debida a la separación de los embones de madera que construyen el volumen de la talla.

A nivel de preparación y policromía, sí se observaban multitud de faltas de estuco, que habían retirado consigo el color superficial. La peana, aunque quizá no fuese la original, aparecía adherida a un tosco listón de madera reforzado con cuñas y clavos de forja. De las partes gallonadas que presenta, le faltaba una en la parte posterior así como varias zonas de erosión y falta de preparación.





Atendiendo a todas las patologías observadas y descritas, se planteó una intervención que consistiese en una limpieza general suave de la pieza y posterior desmontaje de la peana, eliminación de partes mal adheridas y consolidación puntual de la policromía con cola orgánica y calor controlado.

Se realizó una limpieza físico-química de ambas tallas, y de la peana, procurando no profundizar ni eliminar el repinte realizado en el siglo XVIII. Éste es más acusado en el San José, que presenta tonos más rosados, mientras que el Niño conserva una policromía anterior, de aspecto algo más tosco y tonalidades más amarillentas.

Se aplicó un barnizado intermedio de protección a toda la pieza, de acabado satinado con resina sintética y se realizó la reintegración volumétrica de los faltantes. Para ello, se utilizó resina epoxídica bi-componente para madera, que permite el modelado en fresco y, tras su curación, el posterior tallado y lijado.






Se estucaron las lagunas con masilla sintética de base acuosa y, tras su enrasado y texturización, se reintegraron cromáticamente todos los faltantes. Con una primera base acuosa de acuarela y, tras un primer barnizado, con retoque final de colores al barniz. Se optó por la utilización de la técnica del regatino y puntillismo, según la dimensión y ubicación de la laguna, para discernir las partes intervenidas de las originales. En las zonas doradas, se realizó una selección cromática efecto oro y, para los estofados, se añadió una leve línea dorada realizada con oro en polvo disuelto en barniz. Finalmente se protegieron las piezas con barniz pulverizado, de acabo satinado.
















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